ESCUCHAR por Luisina Cimatti
Si alguna vez fueron a yoga, sabrán que una correcta respiración abdominal es indispensable. Si no, se estarán enterando ahora. La respiración abdominal es la que tenemos cuando somos bebés, pero que con el tiempo perdemos. Para poder inhalar llenando primero el abdomen bajo, luego el medio y por último el pecho –y exhalar en sentido contrario– se requiere una concentración especial. Y es muy difícil de lograr, porque nuestra respiración no es algo sobre lo que tendamos a reflexionar. Ni sobre cómo caminamos, o comemos, o dormimos. No solemos reflexionar sobre nuestra naturaleza, no nos suele deslumbrar ni maravillar. Y eso que es realmente deslumbrante y maravillosa.
Pero así como la memoria es selectiva, también lo es nuestra atención, y en general no perdemos tiempo en aquellas cosas que nos son como un telón de fondo.
Sin embargo, cuando conocemos algo –o, mejor, a alguien– ajeno a lo que es natural para nosotros mismos, paramos la oreja. Si alguna vez escucharon a alguien hablar ruso, o hindi, o mapudungun, o malayo, o cualquier lengua que no sea la propia ni de la que sepamos algo, sabrán que es imposible no quedarse escuchando. Si nunca las escucharon, pueden buscar videos en Google o en YouTube. Pero no prestamos atención a lo que escuchamos en el subte todos los días.
Manejamos autos y smartphones, y sabemos de selfies, WiFi, Snapchat, Uber, y nos parece que eso es lo normal. Nos desesperamos cuando no tenemos señal o se nos queda sin batería el celular. Pero no es así para todos en todos lados, y no es necesario ir a la India o a Sudáfrica para ver realidades distintas. Basta con corrernos un poco de donde estamos parados.
En Barranca Larga, un pueblito de Catamarca cercano a Villa Vil, vive una artesana que se llama María Inés, con cinco hijos y dos nietos. Su mamá también es artesana, y de ella aprendió todo lo que sabe (y su mamá aprendió de su mamá, y la mamá de su mamá aprendió de su mamá, y así por generaciones y generaciones). Se dedican a hilar y tejen al telar: morrales, gorros, caminos de mesa, pullos. Se especializan en tintes naturales, y saben hacer una gama de colores asombrosos con lo que hay en sus patios: flores, hojas, clavos, cáscaras de frutas. Y te lo cuentan así, como los que estudiamos turismo conocemos a Jafari, a Maslow, a Kotler. Te lo dicen con la simpleza con la que les decimos a nuestros abuelos que es súper fácil usar WhatsApp. Pero no, no es.
Y tenemos que tratar de poder reconocer, valorar y dimensionar lo que sabemos, lo que hacemos con total naturalidad, como vestirnos a la mañana o ducharnos. Cada conocimiento que tenemos, cada saber que nos pueda parecer mínimo –como hacer un buen locro o poder manejar razonablemente un Excel–, otro quizá lo necesita. Las personas somos completas, lo de la media naranja es cuento, pero necesitamos complementarnos. Es un buen ejercicio de amor propio, y de reconocimiento personal, cerrar los ojos y enfocarnos en qué somos buenos y en qué nos hace falta.
Para María Inés, para su mamá Marta, para Celia, para todas las artesanas que tuve la suerte de conocer en el viaje, tejer es como respirar.
Luisina Cimatti